Tras tres décadas de observación, los científicos han descubierto por fin los primeros signos de restauración del infame agujero de ozono en el hemisferio sur.

En 1974, Mario Molina y Sherwood Rowland, dos químicos de la Universidad de California en Irvine, publicaron un artículo en la revista Nature en el que exponían las amenazas que suponían los gases clorofluorocarbonados (CFC) para la capa de ozono. En aquella época, los CFC se utilizaban con frecuencia en botellas de spray y como refrigerantes en muchos frigoríficos, acumulándose rápidamente en la atmósfera.

Según sus revolucionarias investigaciones, por las que recibieron el Premio Nobel de Química en 1995, la atmósfera tiene una "capacidad limitada para absorber átomos de cloro" en la estratosfera.

Tras feroces ataques de la industria química, el trabajo de los dos investigadores fue finalmente reconocido 11 años después, en 1985, cuando un equipo de científicos británicos se dio cuenta de las desastrosas consecuencias de sus hallazgos. En efecto, los CFC en la atmósfera habían provocado un agujero en la capa de ozono. La degradación de la capa de ozono puede provocar un aumento de las tasas de cáncer de piel en humanos y animales.

RESTAURACIÓN A LA VISTA

El equipo de investigadores, dirigido por Susan Solomon (catedrática de Química Atmosférica y Ciencias del Clima del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT)), ha hallado numerosos indicios de que la capa de ozono se está "curando". Los resultados se publicaron el pasado jueves en la revista Science.

El agujero de ozono se forma sobre la Antártida todos los años a partir de agosto y suele alcanzar su punto máximo en octubre. El equipo de Susan Solomon comparó mediciones del agujero de ozono en septiembre, recogidas desde globos meteorológicos y satélites, con estadísticas calculadas mediante herramientas de previsión estadística.

Los investigadores descubrieron que en los últimos años el agujero alcanzaba el umbral de los 12 millones de kilómetros cuadrados mucho más tarde en la primavera austral, lo que indica que el agujero de septiembre en la capa de ozono se ha reducido considerablemente. Según los científicos, el agujero de ozono se ha reducido en más de 4 millones de kilómetros cuadrados. El agujero tampoco es tan profundo como antes.

"El hecho de que haya un retraso en la apertura del agujero de ozono es realmente clave", explica Susan Solomon. "Está creciendo más tarde en el año, es más pequeño y se está volviendo menos profundo. Todas las mediciones se realizan de forma independiente y es difícil imaginar una explicación alternativa, aunque todas sugieren una reabsorción

Los investigadores también comprobaron que las observaciones coincidían con las predicciones y que más de la mitad de la reducción se debía a la disminución de sustancias cloradas en la atmósfera.

Según Donald Blake, profesor de química de la Universidad de California en Irvine, se trata del estudio más completo sobre el ozono polar realizado hasta la fecha

LLEGAR AL MEOLLO DE LA CUESTIÓN

Durante la década de 1980, el ozono en la atmósfera descendió drásticamente, justo al comienzo de la plaga. La aplicación del Protocolo de Montreal en 1987, considerado un éxito de la cooperación internacional, prohibió gradualmente los gases industriales clorados y bromados (CFC) y la capa de ozono se estabilizó.

El tamaño del agujero de ozono varía de un año a otro, en función de las condiciones meteorológicas y el vulcanismo, lo que dificulta la identificación de una tendencia hacia la recuperación. Aunque se ha mantenido relativamente estable desde principios de siglo, según los científicos, su tamaño fue el mayor jamás registrado en octubre de 2015.

Los científicos sospechaban desde hace tiempo de una lenta recuperación de la capa de ozono; sin embargo, Susan Solomon y su equipo (que incluye investigadores del MIT, el Centro Nacional de Investigación Atmosférica y la Universidad de Leeds) son los primeros en aportar pruebas rigurosas de esta mejora.

Susan Solomon atribuye el tamaño anómalo del agujero en 2015 en gran medida a la erupción en abril de 2015 del volcán Calbuco, en Chile. Aunque los volcanes no liberan moléculas de cloro a la atmósfera, sus pequeñas partículas contribuyen al aumento de las nubes polares estratosféricas que reaccionan con el cloro producido por el hombre.

IMPACTOS FUTUROS

Estos resultados indican que el agotamiento del ozono se está produciendo exactamente según lo previsto. Según Donald Blake, esto demuestra una reducción de los gases que afectan al ozono en la atmósfera.

Tanto Susan Solomon como Donald Blake prevén que esta lenta tendencia a la reabsorción continúe; no se espera una recuperación total antes de 2050. Aunque la producción de CFC cesó en los años 90, las moléculas de cloro producidas en las décadas de 1970 y 1980 siguen flotando en la atmósfera, debido a su vida útil de 50 a 100 años.

Sin embargo, estos resultados son la culminación de décadas de trabajo de científicos, ingenieros y diplomáticos de todo el mundo.

"Ha sido un viaje extraordinario", afirma Susan Solomon. "Es esperanzador y nos demuestra que no debemos tener miedo a enfrentarnos a los grandes problemas medioambientales

Donald Blake añadió: "Es maravilloso... recibir un artículo que afirma específicamente que los resultados son tan buenos como imaginábamos me hace muy feliz. Si Sherry [Sherwood Rowland] viviera hoy... se alegraría mucho de leer esto".

enlace del artículo: https: //www.nationalgeographic.fr/environnement/le-trou-dans-la-couche-dozone-serait-en-train-de-se-resorber

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